La entrevista de Univision: Jorge Ramos devora a un Rodrigo Ávila débil, ansioso y desorientado
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Salvadoreños en el mundo
Conozco personalmente al Sr. Rodrigo Ávila, pero solo un poco, un par de conversaciones en el año 2006, cuando fungía como Director de la Policía Nacional Civil. En verdad, su tenacidad y su naturalidad no dejan de asombrarme, aunque tengo que admitir que no puedo decir lo mismo de su elocuencia lingüística. Eso quedó medianamente demostrado en una entrevista que le hizo el periodista Jorge Ramos de la cadena hispana de Estado Unidos, Univision, este domingo 8 de marzo de 2009.
La entrevista se ha convertido en una entrevista fantasma, aparece y desparece cada dos horas de Internet, por eso me he atrevido a hacer el siguiente relato, naturalmente, con algunas exageraciones obligadas del guión, ustedes ya me entienden.
No me consta, pero parecía una entrevista en directo, utilizando tecnología satelital. La hora prevista de emisión era a las 11:00 AM, hora local de Los Ángeles. La señal estaba prevista para que la echarán también en El Salvador, pero, visto el pobre rendimiento del Sr. Ávila, la entrevista sólo se vio en EE.UU.
El candidato Ávila acudía a la entrevista a mantenerse en pie y demostrar su tenacidad, sabiendo sus limitantes comunicativas. Luchó por conseguirlo, pero al final no lo conseguiría. El impetuoso periodista lo sacudió, lo jaloneó, lo zarandeó y lo arrastró, una y otra vez, hasta deshilacharlo como esos leones de la salva cuando aprensan a sus presas por la cintura, las suspenden en el aire, las golpean con sus garras y finalmente las estrellan contra el suelo.
Como hiciera con Mauricio Funes, siete días antes, Ramos empezó fuerte, le soltó un derechazo directo a la boca del estómago nomás empezar –es lo que los boxeadores llaman ir tomando contacto corporal.
Con la crisis mundial, ¿”por qué los salvadoreños deben escoger a un policía para ser presidente de su país”? espetó el periodista.
El Sr. Ávila, respondió precipitadamente desde el primer instante, “quiero, quiero” empezó. Después retomó el aliento y terminó diciendo “yo no soy policía únicamente”. “Soy ingeniero industrial, trabajé como consultor, tengo estudios de administración de empresa”, dijo para alargar el alcance de sus conocimientos, pero, inmediatamente después puso el énfasis únicamente en ejemplos propios de un agente de seguridad.
Ramos lo dejó bailar un rato. Así son los buenos periodistas. Te tiran un hueso, y luego escuchan y observan, como los felinos, los grandes cazadores de la selva.
Mientras Ávila hablaba de su vida como hombre experimentado en la gestión y administración de la seguridad, Ramos le echó un primer vistazo, como el león que va enfilando sus garras antes de empezar a saciar su apetito con carne fresca de cordero. Por muy escurridizas que sean las presas, el león siempre las caza y las devora, sobre todo, si ya están acorraladas. No las perdona, es su naturaleza.
En ocasiones, cuando las presas son lentas de patas, los leones suelen juguetear un poco con ellas, antes de dar el zarpazo letal.
El león espantó un poco a su presa, para ir encerrándola hacia su rincón. Ramos relacionó tres conceptos que han ido juntos estos últimos 20 años: pobreza, emigración y la gestión económico-social del partido ARENA.
El corderito rechazó el invite del felino, pero se enredó en una tupida charralera lingüística.
“El Salvador ha logrado muchísimo en términos de salud, en términos de vivienda”. “Ha bajado muchísimo el tema del analfabetismo, hemos casi duplicado la cobertura de energía eléctrica y servicios de agua potable” tartamudeó Ávila intentando salir de la abrumadora charralera en la que se había metido, él solito.
En un momento dado, el corderito se armó de valor e intentó dar un manotazo a la cara del león, pero éste ni se inmutó. Sabía, en el fondo, que tenía una presa escurridiza, pero fácil, su olfato periodístico así se lo decía.
Cuando Ramos cuestionó su gestión al frente de la seguridad pública y el hecho de ser el país más violento del hemisferio, “mejoró, mejoró, es que mejoró” replicó Ávila en un tono contundente, pero que en el fondo era un tono que tenía un sabor acústico a impotencia.
Ramos, después, entró de lleno en el tema delincuencial, los homicidios, la inseguridad, etc. y la gestión de gobierno del partido ARENA.
El corderito intentó defenderse con la estadística, alegando que las tasas de homicidios se habían reducido considerablemente en el año 2007. Aquel año los homicidios habían mejorado solo un 11%, Ávila dijo que habían mejorado un “13%”, algo que, de todas formas, es poco relevante. Ese año tuvimos una cifra de 3,550 homicidios en 365 días, es decir una media de 9.73 asesinatos por día, o sea una auténtica pesadilla para cualquier país que se preste democrático y en paz.
Ramos lo dejó irse dando bandazos de un lado a otro, con poco sentido del norte, pues sabía que lo tenía arrinconado definitivamente. En cuestión de minutos, se lo haría saber con contundencia.
Con el mal manejo de la estadística del crimen y la violencia por parte de Ávila, el león empezó a ponerse un poco serio con su botín.
“Sr. Ávila usted ha matado a alguien” rugió el león en un tono muy, muy seco.
El corderito se acomodó el dispositivo auditivo de sus orejas, y dio bruscos saltos en la charralera para terminar contestando a la pregunta del león con un disimulado “en realidad, no lo sé”.
Otra vez. La pregunta del león fue: has “matado a alguien”. “En realidad, no lo sé” respondió el corderito. Esa frase fue el detonante.
El león empezaba a ponerse tenso. Ya no le quitaba la vista de encima. Se lo iba a comer en cualquier momento.
Mientras el corderito finalizaba de pronunciar una frase que terminaba en “salvamos vidas” refiriéndose a su gestión en la seguridad pública, el león de melenas grises, meneó la cabeza de forma horizontal. Sus garras empezaban a inquietarse cada vez con más “sofoqueo”.
Sacó unos papeles de su gaveta, y, en un primer plano, parecía que se le iba directamente a la yugular. Pero no fue así. El depredador prefirió alargar el placer de jugar con su presa un poco más. Su comportamiento confirmaba los reflejos típicos de un buen ejemplar leonino: la buena paciencia ante una presa que sólo tenía una salida: estrellarse en sus garras.
“Me parece una pregunta legítima, …los salvadoreños deben saber si su próximo presidente ha matado a alguien o no” se auto-adjudicó el león, como hacen siempre los leones, controlando los tiempos y los movimientos, sabiendo que, en la próxima, descuartizaría a su víctima.
“Yo lo que le quiero decir es que, como jefe de la policía, todo lo que hice está al conocimiento de los ciudadanos” dijo Ávila agitando la cabeza con cierta ansiedad.
En ese momento, la presa ya intuía que se había metido en un rincón sin salida, que no saldría viva de la charralera.
Mientras la presa divagaba profundamente en la irrelevancia, contando historias pasadas de su vida contra criminales y mareros: “yo me defendí …me defendí …si yo no me hubiera defendido, no estaría platicando con usted” decía Ávila, el león esperaba ya impacientado. Sus garras se acomodaban en posición de ataque.
Pero, lo dejó seguir ininterrumpidamente, unos cuantos segundos más.
En el momento preciso, el león soltó una mirada sobria, barajó los papeles que había sacado de su gaveta y se le abalanzó con las dos garras anteriores directamente a la nuca de la presa: “déjeme insistir en esto” dijo, y rápidamente enganchó “el 28 de abril del año 2003, en una entrevista que usted dio al medio de comunicación El Faro, le preguntaron ‘has matado alguna vez a alguien’ y usted contestó ‘si’”
El corderito dio unas patadas de agonía “me gustaría escuchar esas palabras” dijo, como reclamando pruebas más fehacientes de aquel contundente “si” que había respondido cuando los amigos de El Faro le habían preguntado si había matado a alguien o no.
Era ya muy difícil buscar la salvación. El corderito intentó levantarse pero no le fue posible.
Un nervio seguía latente en una de las patas traseras que todavía se movía intermitentemente, mientras el león, totalmente saciado, posaba su garra izquierda sobre la nuca de su presa.
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